A las 9 de la mañana del sábado 24 de abril de 2010, Carlos Sunyer, con el propósito de realizar una prospección de nidos de rapaces en Las Radas, nos citó a los miembros de la Sociedad de Ciencias Naturales de la Sierra de Guadarrama en la Urbanización Los Arroyos.
Previamente, sabiendo que la mañana se antojaba provechosa, Javier Ortega y Carlos Sánchez, que llegábamos desde Madrid, quedamos una hora antes con Carlos Sunyer en el embalse de Los Arroyos. La mañana se presentaba algo fresca a primera hora pero con cielo despejado de nubes, sin humedad y tan sólo con una muy tenue brisa. Cuando llegamos al embalse llamamos a Sunyer al móvil que se hallaba internado en la foresta revisando nidos que ya tenía localizados de ocasiones anteriores. Entretanto, Javier y yo observábamos la avifauna local. Me llama la atención lo profusamente verde de la vegetación ribereña: álamos, fresnos, sauces. Aquí tuvimos la oportunidad de ver pinzones comunes, estorninos negros, mirlos comunes, martinetes, garzas reales, cormoranes grandes, trepadores azules, ánades azulones, fochas comunes, carboneros comunes, dos andarríos chicos y una cigüeña blanca. Sunyer nos muestra un nido de águila calzada y levantamos accidentalmente a un ratonero común de una encina. Dado que se aproximan las 9 de la mañana decidimos abandonar el lugar para reunirnos con el resto del grupo con quienes estábamos citados. Por el camino nos sale una lavandera blanca.
Pues bien, llegadas las 9 de la mañana allí nos reunimos los convocados. Los asistentes fuimos Carlos Sunyer, Belén Vicente, Juan Carlos Álvarez, Ángel Pérez, Ramón Lacruz, Gonzalo Núñez-Lagos, Javier Ortega y Carlos Sánchez. Juan Lacruz, hermano de Ramón, participó activamente del evento en calidad de invitado.
Nos dirigimos a las proximidades del Arroyo Ladrón y allí decidimos formar dos grupos de 4 y 5 personas respectivamente. El primero lo compone Sunyer, Javier, Belén y Juan Carlos; el segundo Ramón, Juan, Ángel, Gonzalo y Carlos Sánchez. Dado que Sunyer previamente había diseñado dos rutas bien definidas mediante coordenadas GPS, los nidos estaban claramente marcados y tan sólo habíamos de seguir punto por punto el guión establecido.
Nos separamos cada grupo y comenzamos las respectivas prospecciones por Las Radas, encinar adehesado con charcas que albergan vida acuática y anfibia. Una vez finalizadas las prospecciones de nidos, nos reuniremos en el Canto del Castrejón, un promontorio granítico desde el que se divisa una excelente panorámica del entorno. Quien relata esta crónica marchaba en el grupo liderado por Ramón, que portaba GPS y la nota en la que figuraban los puntos a escudriñar. La mañana empieza a caldearse a medida que avanza, recorremos las orillas del Arroyo Ladrón y descubrimos una pareja de pico menor de la que es fotografiada con gran tino la hembra por Juan, que lleva una cámara fotográfica con un magnífico objetivo. Seguimos avanzando y vadeamos el arroyo por los pasos más angostos pisando cuando nos es posible los guijarros más prominentes. En otras ocasiones lo que toca es sortear los muros de piedra de las diferentes fincas. Conforme progresamos en nuestro trayecto, Ramón va anotando los nidos redescubiertos, algunos siguen conservándose en buen estado, otros se hallan semiderruídos y otros sencillamente ausentes. El invierno pasado ha sido meteorológicamente duro, nevoso, lluvioso y ventoso, y esto ha debido propiciar la desaparición de algunas plataformas.
Dedrocopos minor Lesser spotted woodpecker, female Hembra de pico menor |
Según Carlos Sunyer: “Generalmente los nidos de águila calzada son bastante planos, circulares y pueden ser bastante pequeños (todos los de la zona), mientras que los de ratonero tienden a ser elípticos y abombados por debajo. Sin embargo hay águilas calzadas que ocupan nidos de ratonero en esta zona y es más, uno de los que visteis es también alternado por cuervo. También lógicamente hay nidos de ratonero circulares, posiblemente dependiendo de las posibilidades que ofrezca el árbol.”
En cualquier caso nos surgen todo tipo de sorpresas de vida animal y vegetal durante la caminata que discurre por un entorno en el que domina la encina adehesada. Como más llamativo en toda la mañana tal vez fuera el acoso de urracas, cornejas y grajillas a un macho de azor que seguramente intentó almorzarse uno de estos córvidos tan solidarios entre sí. Otro aliciente fue el de comprobar el levantamiento de algunas rapaces de sus nidos al aproximarnos a ellos, cosa que sucedió en pocas ocasiones y mayormente con águilas calzadas y ratoneros.
En cualquier caso nos surgen todo tipo de sorpresas de vida animal y vegetal durante la caminata que discurre por un entorno en el que domina la encina adehesada. Como más llamativo en toda la mañana tal vez fuera el acoso de urracas, cornejas y grajillas a un macho de azor que seguramente intentó almorzarse uno de estos córvidos tan solidarios entre sí. Otro aliciente fue el de comprobar el levantamiento de algunas rapaces de sus nidos al aproximarnos a ellos, cosa que sucedió en pocas ocasiones y mayormente con águilas calzadas y ratoneros.
Accipiter gentilis, Corvus monedula. Northern goshawk, male, persecuted by Jackdaws.Azor, macho acosado por grajillas. |
Accipiter gentilis, Corvus monedula. Northern goshawk, male, persecuted by Jackdaws.Azor, macho acosado por grajillas. |
Accipiter gentilis, Corvus monedula. Northern goshawk, male, persecuted by Jackdaws.Azor, macho acosado por grajillas. |
Buteo buteo, Buzzard, Ratonero común |
Aquila pennata. Booted Eagle, of the white morph.Aguila calzada, morfotipo claro. |
También nos salieron al paso mamíferos: gran cantidad de conejos, lo cual es buena señal para el mantenimiento de una saludable población de rapaces reproductoras. Un zorro y ganado vacuno. Juan Carlos encontró un cráneo de jabalí tiroteado con postas, algo que está prohibido.
Oryctolagus cuniculus, Rabbit, Conejo |
La representación reptiliana la constituyen las lagartijas ibérica y colilarga, el lagarto ocelado y el galápago leproso. Y la anfibia la rana común.
La vegetación arbórea se compone de encinas, fresnos, álamos negros, algún que otro arce de Montpelier y bellos piruétanos en flor. Aparte, jaramago amarillo Diplotaxis virgata, Narcissus bulbocodium, Orchis morio, Ranunculus aquatilis, peonías y gamones. Entre los hongos, algún rodal de senderuela.
Carlos Sunyer comenta: “sobre los perales silvestres (Pyrus bourgaeana ) en flor, decir que es una especie conocida como piruétano ó galapero, y que algunos autores lo han querido vincular al origen del topónimo de Galapagar (Jesús Izco en Madrid Verde, 1984). Para algunos es una especie en extinción, pero el caso es que en esta zona hay bastantes ejemplares aislados (los tengo recogidos en el GPS), todos ellos con una gran vitalidad, y como prueba de ello todos ellos tienen cantidad de retoños muy sanos en los alrededores. Incluso aprecian haber sido plantados. Junto con el encinar forma una asociación denominada Pyro bourgaeanae-Quercetum rotundifoliae (Rivas Martínez 1987), que a su vez es una subasociación incluída dentro de Paeonio broteroi-Quercenoin rotundifoliae (Rivas-Martínez in Rivas-Martínez, Costa & Izco 1986). Es decir, que también en este encinar hay peonías, de las que vimos cantidad de ejemplares a punto de florecer. Los perales están situados desde la laguna de Las Radas hacia Valmayor, y se extienden por Galapagar, Colmenarejo, etc.”
Tras finalizar la prospección nos dirigimos al punto de reencuentro convenido, el Canto de Castrejón. En este punto es sumamente interesante destacar el extenso y magnífico comentario que aporta Juan Carlos Álvarez:
“La construcción del Monasterio de El Escorial está justificada por varias razones. De todas, la que mejor explica el tema que aquí nos ocupa está relacionada con la necesidad que el monarca tiene de alejar a la corte de todo el bullicio y trajín de la capital y al mismo tiempo, desprenderse de todos los cortesanos y cortesanas que inevitablemente se habían generado a lo largo del tiempo. Pretende, en definitiva, que la corte sea incómoda para todo este tipo de advenedizos que se aprovechan sin aportar nada. Para cubrir este objetivo busca un lugar que esté lo suficientemente apartado para que resulte solitario y hasta algo aburrido, que sea agreste para poder practicar su actividad favorita: la caza, y que no quede muy lejos de la capital, permitiéndole llegar y regresar en tan sólo una jornada. Este emplazamiento acaba siendo lo que hoy denominamos el “Circo de El Escorial”, limitado por Las Machotas, el Puerto de la Cruz Verde, el Alto de la Cabeza, Malagón y Abantos.
De izda. a derecha, Angel, Gonzalo, Carlos.
El Canto del Castrejón es uno de ellos, tal vez el más bonito y recoleto. Está formado por dos escaleras que llevan a puntos distintos, para poder observar con comodidad toda la extensión que abarca. Todavía se pueden intuir sus piedras caballeras, rectangulares y macizas, que ayudaban a cabalgar y descabalgar de las monturas. Tiene unos bancos o asientos tallados para soportar mejor las horas de observación, y tal vez, la mejor puesta de sol de todo este bosque tan mágico.
Diplotaxis virgata. Jaramago amarillo. |
Narcissus bulbocodium. |
“La construcción del Monasterio de El Escorial está justificada por varias razones. De todas, la que mejor explica el tema que aquí nos ocupa está relacionada con la necesidad que el monarca tiene de alejar a la corte de todo el bullicio y trajín de la capital y al mismo tiempo, desprenderse de todos los cortesanos y cortesanas que inevitablemente se habían generado a lo largo del tiempo. Pretende, en definitiva, que la corte sea incómoda para todo este tipo de advenedizos que se aprovechan sin aportar nada. Para cubrir este objetivo busca un lugar que esté lo suficientemente apartado para que resulte solitario y hasta algo aburrido, que sea agreste para poder practicar su actividad favorita: la caza, y que no quede muy lejos de la capital, permitiéndole llegar y regresar en tan sólo una jornada. Este emplazamiento acaba siendo lo que hoy denominamos el “Circo de El Escorial”, limitado por Las Machotas, el Puerto de la Cruz Verde, el Alto de la Cabeza, Malagón y Abantos.
De izda. a derecha, Angel, Gonzalo, Carlos.
Para cumplir estos requisitos iniciales, no sólo en el momento de su elección, sino también a lo largo del tiempo, decreta y ordena que se conserve todo el entorno de lo que será el Monasterio, con un terreno enorme a su alrededor denominado: “Real Cazadero”. Dentro de él, estará controlada y protegida la caza, aplicándose penas severísimas a los furtivos. Este espacio será delimitado por una monumental cerca, que lo rodeará y dividirá en cuarteles y parcelas de menor tamaño para poder gestionarlo con más comodidad. A pesar de esto, las dimensiones son muy grandes y la caza en su interior tiene sitio de sobra para moverse a sus anchas. Por si fuese poco, este Real Cazadero está provisto de unos “saltaderos” para que los animales que deambulan por el exterior de la cerca, puedan entrar con facilidad y una vez dentro les resulte imposible o muy difícil volver a escaparse. Toda esta caza es vigilada y controlada por un servicio de guardabosques que llevan una indumentaria característica y una ancha cinta de cuero atravesándoles el pecho y la espalda, que sujeta una enorme “higuela” en el costado. Hasta hace unos años los guardias de parques y fincas lucían una bandolera parecida, con una chapa de bronce identificativa. Para controlar y gestionar todo este ecosistema se construyen unos puntos de observación llamados Oteros u Oteaderos, desde donde los guardabosques pueden conocer los movimientos de la fauna y así facilitarle la caza al Rey, cuando éste visita el cazadero. Estos Oteros están distribuidos en enclaves altos, con gran dominio del paisaje, generalmente en afloramientos de granito tan abundantes por esa zona.
Hirundo daurica. Golondrina dáurica. Red-rumped swallow. |
El Canto del Castrejón es uno de ellos, tal vez el más bonito y recoleto. Está formado por dos escaleras que llevan a puntos distintos, para poder observar con comodidad toda la extensión que abarca. Todavía se pueden intuir sus piedras caballeras, rectangulares y macizas, que ayudaban a cabalgar y descabalgar de las monturas. Tiene unos bancos o asientos tallados para soportar mejor las horas de observación, y tal vez, la mejor puesta de sol de todo este bosque tan mágico.
Orchis morio. |
Tampoco faltan los que a este sitio le atribuyen una porción de historia más profunda y densa. Algunos defienden que el Canto del Castrejón es un resto de antiguo altar vetón. Su orientación y posición refuerzan esta hipótesis y no deja de ser atractivo imaginar las ceremonias y ritos que ese lugar podría haber visto si esto fuese cierto, pero la prudencia debe hacernos ser cautos a la hora de imaginar lo que más nos apetece.
Apenas a unos 30 o 40 metros una gran roca nos sorprende con tres inscripciones. La mayor de todas es la más antigua. Conmemora el primer tiro de arcabuz del entonces infante Felipe. Su padre, el rey regente Felipe II manda grabar ese mensaje para que hoy podamos disfrutar de ese recuerdo. Es esta inscripción la que hace que algunos afirmen que este otero es la verdadera “Silla de Felipe II”, ya que queda así confirmado que el monarca estuvo ahí y que probablemente conociese el lugar con anterioridad, pero es nuevamente arriesgado afirmar que lo frecuentase y mucho más que lo utilizase para controlar las obras del Monasterio, como la cultura popular sostiene. Los otros grabados son de sendas visitas al lugar de Carlos IV, bajo la inscripción inicial e Isabel II a la izquierda de esta última. Conmemoran la presencia de los monarcas y renuevan el original de Felipe II.
Juan Carlos, Carlos, Ramón.
Belén, Javier, Gonzalo.
Nosotros, el día del recorrido por esta zona, estuvimos en ese lugar disfrutando de uno de los primeros días luminosos de la primavera, cuando el aire es todavía tan transparente como en los fríos y soleados días que nuestro invierno serrano nos regala. Tuvimos la suerte de que un cielo de azul intenso, como Velázquez supo pintar, nos permitiese ver aves, disfrutar de las primeras flores, charlar tranquilamente y observar el dominio que la posición privilegiada del Canto del Castrejón nos ofrecía.... ahí, en ese mismo lugar y de la misma manera que los guardabosques que controlaban la caza, pasaban las horas en esa roca hace ya unos 300 años, cuando algunas de las encinas que están abajo en la dehesa eran todavía diminutos brotes.”
Tras un descanso en el Canto de Castrejón, en donde algunos riegan sus gargantas con vino de bota mientras conversamos y nos fotografiamos, nos encaminamos hacia los coches para finalmente tomarnos unas cervezas en una terraza de la urbanización Los Arroyos. Durante las cervezas, añadimos a la lista de aves observadas los gorriones comunes expectantes de cualquier resto de comida sobrante humana y alguna que otra tórtola turca posada en algún poste eléctrico.
Saludos,
Carlos Sánchez
Ranunculus aquatilis. |
Apenas a unos 30 o 40 metros una gran roca nos sorprende con tres inscripciones. La mayor de todas es la más antigua. Conmemora el primer tiro de arcabuz del entonces infante Felipe. Su padre, el rey regente Felipe II manda grabar ese mensaje para que hoy podamos disfrutar de ese recuerdo. Es esta inscripción la que hace que algunos afirmen que este otero es la verdadera “Silla de Felipe II”, ya que queda así confirmado que el monarca estuvo ahí y que probablemente conociese el lugar con anterioridad, pero es nuevamente arriesgado afirmar que lo frecuentase y mucho más que lo utilizase para controlar las obras del Monasterio, como la cultura popular sostiene. Los otros grabados son de sendas visitas al lugar de Carlos IV, bajo la inscripción inicial e Isabel II a la izquierda de esta última. Conmemoran la presencia de los monarcas y renuevan el original de Felipe II.
Juan Carlos, Carlos, Ramón.
Belén, Javier, Gonzalo.
Nosotros, el día del recorrido por esta zona, estuvimos en ese lugar disfrutando de uno de los primeros días luminosos de la primavera, cuando el aire es todavía tan transparente como en los fríos y soleados días que nuestro invierno serrano nos regala. Tuvimos la suerte de que un cielo de azul intenso, como Velázquez supo pintar, nos permitiese ver aves, disfrutar de las primeras flores, charlar tranquilamente y observar el dominio que la posición privilegiada del Canto del Castrejón nos ofrecía.... ahí, en ese mismo lugar y de la misma manera que los guardabosques que controlaban la caza, pasaban las horas en esa roca hace ya unos 300 años, cuando algunas de las encinas que están abajo en la dehesa eran todavía diminutos brotes.”
Tras un descanso en el Canto de Castrejón, en donde algunos riegan sus gargantas con vino de bota mientras conversamos y nos fotografiamos, nos encaminamos hacia los coches para finalmente tomarnos unas cervezas en una terraza de la urbanización Los Arroyos. Durante las cervezas, añadimos a la lista de aves observadas los gorriones comunes expectantes de cualquier resto de comida sobrante humana y alguna que otra tórtola turca posada en algún poste eléctrico.
Saludos,
Carlos Sánchez
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